Nicolás Videla, como millones de sus compatriotas argentinos, compra dólares cada vez que junta suficientes pesos, y vigila con atención la volatilidad del tipo de cambio, la inflación galopante y las turbias perspectivas políticas.
Videla tiene 12 años.
La ansiedad de los estudiantes de primaria sobre el peso es notoria en un país donde distintas generaciones han visto sus ahorros aniquilados por las devaluaciones y el aumento de los precios, que los han obligado a buscar refugio en el dólar.
La aversión al peso está en el centro de los desafíos que enfrenta el gobierno entrante de Argentina, que busca calmar la inflación que ha deteriorado el poder adquisitivo y ha elevado el costo de la deuda externa de Argentina.
“Siempre pregunto cómo está el dólar. Hablamos del dólar en la escuela, cuando llego algunos amigos me dicen que el dólar subió, se quejan porque los precios suben”, explicó Videla, sentado al lado de su operadora de cambios favorita: su mamá.
“Si tiene pesos me pide que se los cambie. No pregunta ‘cuántos pesos tengo’, pregunta ‘cuántos dólares tengo’”, señaló su mamá, Sol.
La falta de confianza en la moneda es comprensible. El peso ha perdido alrededor del 37% de su valor frente al dólar este año, después de caer aún más rápido en 2018. Un dólar cotiza a unos 60 pesos, frente a alrededor de 10 pesos a fines de 2015, cuando el ahora presidente saliente, Mauricio Macri, llegó al poder.
Su sucesor, el peronista Alberto Fernández, asumirá el cargo el 10 de diciembre con una inflación anual superior al 50% y conversaciones pendientes con los acreedores y el Fondo Monetario Internacional (FMI) por más de 100.000 millones de dólares en deuda soberana.
Fernández ha dicho que lanzará un “pacto social” para establecer acuerdos con empresas, empleadores, consumidores y proveedores de servicios para ayudar a controlar los precios.
No será una tarea fácil. La desconfianza en la moneda casi se ha convertido en parte del ADN de la gente después de décadas de crisis cíclicas y un peso debilitado que aviva la inflación.
“Los argentinos simplemente no confían en su moneda. Se han quemado demasiadas veces”, dijo Alberto Bernal, estratega jefe de mercados emergentes de XP Investments en Nueva York.
En respuesta a una fuerte depreciación de la moneda, el banco central de Argentina se vio obligado a implementar controles estrictos para preservar las reservas en dólares, e impuso un límite de compra de 200 dólares por mes a través de los bancos.
“Todos piensan en dólares”
Muchos argentinos usan los pesos que ganan para pagar los gastos diarios y compran dólares con lo que queda a fin de mes, convirtiendo el billete verde en una moneda de referencia para compras importantes, como bienes raíces.
Cada vez que las turbulencias políticas o temblores por un incumplimiento de deuda aumentan la desconfianza, el valor del peso cae. Quienes venden bienes y servicios cobran más ya que proyectan un aumento en sus costos. Este es el estilo de inflación de Argentina, y no muestra signos de disminuir.
“Los padres (…) les vamos explicando a nuestros hijos que tener pesos en el bolsillo es poder comprar menos mañana con esos pesos”, dijo a Reuters el economista argentino Roberto Cachanosky.
“Se va creando conciencia que para tener una moneda como reserva de valor, el peso no sirve”, agregó.
Pregúntenle a Gadiel Goldestein, de 13 años, que ya ha visto lo suficiente como para no querer ahorrar en la moneda local.
“Todos piensan en dólares. Nadie tiene confianza en el peso”, dijo Goldestein en una entrevista junto a sus padres, su hermano y su abuelo, que emigró de Argentina a México durante la crisis económica de 2001 y ahora solo regresa de visita.
Fanático del famoso club de fútbol Boca Juniors, Goldestein jugaba con una pelota entre sus pies mientras hablaba con Reuters en el patio de la casa familiar. Mientras tanto, su hermano Ian, de 15 años, lamentaba la pérdida de su poder adquisitivo.
“El año pasado gastaba 100 pesos para almorzar en la escuela todos los días y me sobraba dinero. Este año tengo que llevar 250 pesos para el mismo almuerzo”, explicó.
Desde mediados del siglo pasado, cuando el presidente Juan Perón y su esposa Evita se convirtieron en íconos del populismo argentino de libre gasto, los gobiernos gastaban más de lo que recaudaban, lo que socavaba el peso, que ha perdido alrededor del 85% de su valor frente al dólar desde finales de 2015.
¿Hubo alguna vez un momento en que la confianza en el peso era fuerte? El abuelo de Goldestein, Manuel, de 84 años, tiene que pensar antes de responder.
“Dicen que cuando era un niño pequeño, hubo un tiempo. Pero era demasiado joven para saber algo sobre eso y, de todos modos, no teníamos dinero”. Reuters
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