Donald Trump, ¿muerto político?, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

¡Muchos quisieran! ¿Quién sabe? si regresa al mundo empresarial, retome los riesgos del negocio, satisfacción por la fortuna y capacidad de generar riqueza. Sin embargo, no es lo que exterioriza y tampoco la percepción de su actitud. Hay nerviosismo por su estilo e inquietud por la personalidad, pero resultó un fenómeno político. Marcó diferencia en el desenvolvimiento sociopolítico. Perdió la reelección en un fraude sin demostrar; no importa tanto como lo que significa su irrupción en el ámbito republicano, no se limita sólo al partido, sino a una condición ciudadana. Millones confiaron, sufragaron por él, en una demostración inequívoca, compleja y profunda, que sería error subestimar.

Sin raíces partidistas ni historia política cotidiana, en ambiente de éxito, pero no de jefe político, se convirtió en el líder indiscutible de mayor impacto en la potencia mundial. Su manejo público en materia tributaria y económica fue sobresaliente, acertado. Sin guerras nuevas, frenando viejas que no inició, además de su innegable éxito en política exterior. Lamentablemente contenido por la dramática e infortunada pandemia que produjo densos cambios en costumbres culturales, sociales, ciudadanas, morales, éticas, laborales, económicas y políticas.

Políticos tradicionales, de profesión demócrata y republicana, no entienden ni logran descifrarlo, están desconcertados, parece haber salido de la nada, sus opiniones sobre temas no se ajustan al molde común. En cambio, sin inconveniente, comprenden a Joe Biden, es uno de ellos, compartieron vidas y carreras, es parte de la pandilla. 

Los habituales en visitar ciudadanos cuando interesa, conviene lograr o conservar posiciones de representación, son diferentes de Trump que hizo el camino al revés; viene de la gente, de las calles neoyorquinas, del éxito y fracaso, de caer y levantarse, de una presencia pública resultado del esfuerzo personal. Aunque, con ventaja envidiada pero comprendida de tener capital disponible para levantar vuelo por su cuenta, en la nación que lidera en el mundo la iniciativa propia, valor y mérito.

Imprime una diferencia en la plataforma política promoviendo apertura ciudadana sin obediencia partidista. Traza una era, un tiempo, un periodo, se retira con respaldo, expectativa y confianza de millones en distintos estratos sociales, diferentes orígenes, que coinciden con la propuesta “America first”, “Make America Great Again”, de no poner por delante al partido, sino al país.

¿Derrotado? más bien, golpeado por exegesis interesada, útil y mísera, infundiendo aprensión, desconfianza, exagerando pifias, dramatizando errores, que con premeditación y alevosía descarada disimularon u ocultaron decisiones que beneficiaron directa e indirecta a la familia, “tax payers” y ciudadanos. 

Levantó banderas del orgullo estadounidense, dignidad de consolidarse como potencia sin agredir o imponerse a la fuerza, con jactancia del esfuerzo y voluntad ciudadana; inmodestia que afilian con satisfacción a quienes llegan del mundo, que entienden y comparten la sobriedad, responsabilidad de ser residentes, ciudadanos cumplidores de las leyes y exigencias, no sólo porque sí.

Donald Trump se ha convertido en un prodigio sin precedentes. Su éxito deriva de una narrativa particular, sincera, autentica y de coraje. Demócratas no entienden por qué gana con comodidad, y republicanos no lo ven como suyo, tratan de detenerlo, pero no saben cómo. Hay teorías: la gente está enojada y él le habla a su disgusto. El ciudadano no tiene opinión favorable del Congreso y quiere a alguien que no provenga de la política.

Se enfrentó a tiranos exigiendo respeto a los derechos humanos que no admiten interpretaciones ni concesiones, pero nunca invadió ni envió tropas para imponerlos. Abrió si, puertas para el engreimiento estadounidense a todos los sectores y otorgó derechos tanto como planteó exigencias, en una nación levantada con fe, voluntad, sudor e ingenio de millones de nativos e inmigrantes.

Nadie sabe, si volverá para intentar reconquistar la Casa Blanca. Pero sin duda ha sido un Presidente que imprimió huella profunda en la política, setenta y cuatro millones de electores lo reconocen. ¿Lo olvidarán en cuatro años? Poco probable. Ahora bien, en los últimos meses, demostró falta de cultura política y el hecho de haber sido un “outsider” ha jugado en su contra. ¿Esta Trump herido de muerte? No pareciera. Los que si lucen gravemente lesionados son sus adversarios. 

La sombra de elecciones mediatizadas a nivel global esconde una triste verdad. ¿No hay democracia en Estados Unidos? El sistema electoral apesta a formol y húmeda sepultura. En el juego existen fuerzas poderosas. Parecía invencible, una maquinaria electoral poderosa, de fondos ilimitados y tecnología avanzada pudiera ser escamoteada. ¿Hubo fraude? 

La elección de mitad del período 2022 para cualquier administración es difícil, y para el partido en el poder, es prueba de fuego. Preámbulo de las elecciones presidenciales y futuro democrático estadounidense. Los demócratas están en una posición peligrosa, de alarma, los republicanos también. La posibilidad cierta de un tercer partido como alternativa y chance real, es factible. El invitado incómodo al que pocos quieren atender, se convertirá en el alma de la fiesta, se impondrá. ¿Será el fin del bipartidismo? ¿El final de la democracia? O ¿El comienzo de la República?

@ArmandoMartini

 

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Source: La Patilla

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