En su funeral, el llanto de familiares y amigos contrastó con el silencio que dejó Alfredo González Muñoz, soldado abatido en los enfrentamientos de las fuerzas armadas mexicanas y el Cartel de Sinaloa el pasado 17 de octubre durante la captura y liberación de Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo”.
Por infobae.com
Él fue el único militar que murió en combate. El jueves por la tarde, en Culiacán, recibió balazos que lo derrumbaron. Su cuerpo fue recogido por sus compañeros quienes lo llevaron al hospital para intentar salvarle la vida, pero sus heridas fueron letales.
Por la noche, cuando la noticia de las balaceras ya había dado la vuelta al mundo, la mamá de Alfredo recibió la llamada que desea no haber escuchado jamás: fue su hijo de 26 años el elemento de la Guardia Nacional quien murió en el enfrentamiento. Sólo 10 días antes de que fuera su cumpleaños.
El sábado 19 de octubre por la mañana fue trasladado de Sinaloa a su natal Veracruz para que sus seres queridos lo vieran por última vez, antes de que fuera enterrado junto a su abuelo en un panteón de Tierra Blanca, como él había dicho en vida que deseaba.
Su cuerpo ingresó a la casa de sus abuelos en donde creció con sus padres. Sus conocidos ya lo esperaban reunidos y al verlo en el ataúd, lloraron y lamentaron la pérdida del joven.
“Él atendía mucho a sus abuelitos, y su abuelita, los adoraba, los venía a visitar, se quedaba, a su madrina a su padrino, los saludaba, era un niño no conflictivo, yo no podría decir a qué magnitud de noble es Freddy, es noble, es un muchachito que nos está doliendo mucho esa ida, en qué manera acabó es lo que nos está doliendo”, dijo Angélica, una de sus vecinas.
Era padre de dos niños pequeños, esposo, y el hijo menor de su familia. También era fanático del fútbol, deporte que practicaba cuando visitaba su hogar. Esta actividad le dio muchos amigos en Veracruz que se reunieron a lado del ataúd para despedirse de su amigo “Freddy”.
Sus vecinos, entre sollozos, lo llamaban héroe por haber fallecido mientras defendía a los sinaloenses. Su mamá aún no puede aceptar que Alfredo ya no esté. Ella nunca estuvo contenta con la idea de que se enrolara en las fuerzas armadas y constantemente lo cuestionaba sobre su labor. “Sí, má. Es el trabajo que yo quiero y es lo que quiero yo ser”, le respondía.
Hace seis años cruzó la puerta de su casa para unirse al ejército, y apenas hace unos meses se integró a la recién formada Guardia Nacional. La captura de Ovidio Guzmán fue su primer operativo.
Durante el funeral en su casa, elementos de la Secretaría de Defensa Nacional custodiaron su féretro y el exterior del inmueble. Todos usaron un cordón negro en el brazo para indicar que estaban de luto. “Éramos hermanos de armas, tenemos el mismo color de piel”, dijeron mientras señalaban su uniforme verde.
Luego de la despedida, los militares y el ataúd salieron de la casa y se trasladaron a las instalaciones del 86 Batallón de Infantería en Boca del Río, Veracruz para que sus compañeros se despidieran de él y le rindieran honores. El General Luis Rodríguez Bucio y el comandante VI Región Militar en Veracruz, Jesús Arébalo, encabezaron la ceremonia.
También estuvieron sus seres queridos quienes después lo acompañaron al panteón.
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