Una mañana mientras leía el diario, a Mae Axton se detuvo en una pequeña noticia que relataba que un hombre se había suicidado tirándose de la ventana de un hotel. Lo que llamó la atención de esta profesora de colegio secundario de 40 años fue la nota de suicidio que dejada sobre la mesa de luz: “Yo camino la calle de la soledad”. Mae hacía tiempo que trataba de insertarse en el mundo de la música y le propuso a Tommy Durden, su compañero compositivo, escribir una canción inspirada en el hecho. Menos de una hora después tenían Heartbreak Hotel, el hotel de los corazones rotos. “Estoy tan solo que podría morir/ A pesar de que siempre está repleto/ siempre hay lugar para un amante más con el corazón roto/ para que llore en la oscuridad”.
Por infobae.com
En una convención discográfica celebrada a fines de 1955, Mae buscó al joven por todos lados hasta que lo encontró. Mae pensaba ofrecer el tema a quién pudiera pero su primer objetivo era el joven que se había convertido en la sensación de Memphis y en zonas cercanas, pero que todavía no había dado el salto al resto de su país. Elvis Presley había ido a esa convención a recibir un premio como la revelación del año. Todavía era considerado un artista country. Mae Axton hizo parecer el encuentro como casual. Pero ella había pensado mucho cómo lo encararía. La frase fue: “Tengo la canción que te va a hacer vender un millón de copias por primera vez”. Elvis la miró con una sonrisa, dudó si le hablaba en serio. Pero lo tentó la seguridad de la mujer. Subieron a una habitación del hotel y ella le pasó la canción. Elvis escuchó en silencio. Cuando terminó le pidió volverla a escuchar. Después de escuchar el tema diez veces, Elvis ya se lo sabía. “Me gusta mucho. La voy a grabar”, dijo.
El 10 de enero de 1956, Elvis Presley entró al estudio grabar el tema junto a I got a woman. Se mostraba confiado, parecía no darse cuenta de toda la presión que había detrás de esa jornada.
Era su primera sesión de grabación para la discográfica RCA. Había empezado a cantar dos años antes en Memphis. Con Sam Phillips y el sello Sun Records grabó varios simples que lo hicieron conocido en la zona. Sus presentaciones enérgicas no dejaban indiferente a nadie. Las chicas enloquecían y los chicos lo querían golpear por incitar a sus novias. Muchas veces terminaba casi fugándose de sus shows. O corría por no ser alcanzado por las jóvenes o escapaba de la furia de los novios. En varias ocasiones debió intervenir la policía. Roy Orbison vio una actuación de Presley en ese tiempo: “Era algo único, algo de lo que no sabíamos qué pensar. No había referencia cultural alguna con la que compararlo”.
Pero trasladar ese fenómeno local a todo Estados Unidos era difícil. Requería de una inversión que Sam Phillips, el dueño de Sun Records no estaba en condiciones de afrontar.
En ese momento apareció en escena Tom Parker, el Coronel Parker, que pese al grado que ostentaba no había sido militar sino cuidador de la perrera municipal y encargado de algunos números circenses. Gracias a sus contactos con el mundo del circo, Parker conoció músicos de country y comenzó a representar a algunos. Era osado, firme y bruto. Su implacabilidad y su voracidad para las negociaciones lo hicieron famoso. Parker veía el negocio musical como nadie hasta ese momento sólo que le faltaba el artista para poner en práctica sus ideas novedosas. Pero cuando vio a Elvis Presley sobre un escenario supo que ahí había algo nuevo, algo que nunca se había visto antes.
Luchó por quedarse con Elvis. De a poco fue desplazando a su anterior manager y convenciendo a Sam Phillips de traspasar a su artista. En esta estrategia fue fundamental la cuidada seducción que desplegó ante los padres de Presley. Parker tenía osadía e intuición. Creía que el negocio musical podía expandirse mucho más allá de las grabaciones y algunas giras. Fue él quien contactó a los directivos de RCA y les mostró a su joven artista que cada vez era más conocido en esa zona de Estados Unidos. En la discográfica se mostraron interesados. El Coronel les dijo que él le iba a sacar un precio a Phillips para conseguir el traspaso. Sam Phillips tenía muchas deudas y la imposibilidad de darle a su artista mayor proyección; requería demasiada inversión. Pero sabía que Elvis estaba en otra dimensión, aunque no creía que lo suyo fuera a ser revolucionario. Por un lado quería vender su contrato (y las grabaciones que había hecho para él) porque eso le solucionaría sus problemas económicos y lo dejaría sin deudas. Por el otro, en su fuero íntimo se resistía a perderlo. Por eso cuando le preguntaron cuánto quería para traspasarlo pidió 40.000 dólares, en esa cantidad incluía 5.000 que le debía a Elvis por derechos de autor. Esa cifra significaba que no estaba dispuesto a perder a Elvis. La cifra máxima que se había pagado hasta el momento por un artista era de 25.000 dólares. No había chances de que ninguna discográfica accediera a abonar tanta plata por un artista casi sin obra. Pero todo quedó en manos de Parker que puso en juego sus habilidades. Su método de negociación era primitivo (faltaba demasiado para las técnicas neurolingüísticas). Sin ponerse colorado puso la cifra sobre la mesa y amenazó con irse a sentarse con las competidoras. Luego de semanas de tensión, RCA accedió a pagar lo pedido. Sam Phillips perdía a su artista; refirió la certeza del dinero seguro, a apostar a un albur.
Faltaban pocos meses para que el mundo conociera a Elvis y nada fuera como antes.
RCA publicitó a su nueva contratación con páginas enteras en diarios y revistas. Pero necesitaba buenas canciones y vender discos para recuperar su inversión. Para colmo en el medio Carl Perkins, otro artista de Phillips, hizo estallar los charts con Zapatos de Gamuza Azul. Ni faltó quien creyó que RCA había contratado al artista equivocado de Memphis.
El Coronel Parker diseñó un plan vasto en el que no dejaba ningún rubro sin explorar. El contrato con RCA y la publicidad que engendró le abrieron puertas. La televisión, el cine, las giras y hasta los derechos de autor. Aceptó que su representado grabara Heartbreak Hotel pero exigió que fuera inscripto como uno de los autores; de esa manera Elvis se aseguró un tercio de las regalías. No había que sacrificar nada y debían abarcar los mayores campos posibles. Parker conocía el negocio del espectáculo. Había tenido éxitos y largos años de sequía en los que desesperó buscando su siguiente artista. Ahora que lo había encontrado, lo iba a aprovechar. Descontaba que lo que les estaba sucediendo sería efímero. No era el único. Luego de sus primeros singles exitosos un periodista le preguntó a Elvis qué haría luego de que el rock muriera y dejara de interesarle a la gente.
La televisión era el medio del momento. Su aparición en la pantalla provocó un impacto único. A pesar de la grandilocuencia y lo almidonado de los shows de la época, Elvis logró imponerse de inmediato. Su energía traspasaba la pantalla y estallaba en lo livings de millones de familias. Era un espectáculo tan hipnótico como inconveniente para la moral de la época. Los padres se revolvían en los sillones, las madres se ruborizaban, mientras hijos e hijas enloquecían. La incomodidad de los mayores rápidamente se trasladó a los medios.
Ed Sullivan, uno de los reyes de la televisión, fue el primero en afirmar que él nunca lo tendría en su programa. No le interesaba algo así en su show, dijo. “Algo así” debería traducirse como indecente.
La primera aparición de Elvis en la televisión fue en el programa de los Hermanos Dorsey, músicos de jazz y líderes de una gran orquesta de swing. Esa actuación en el Stage Show fue el 28 de enero de 1956, un día después del lanzamiento de Heartbreak Hotel (aunque ese día no la cantó porque a los productores no les gustó cómo había salido el ensayo).
El bloque abre con la banda, muy populosa, tocando detrás: todos los músicos sentados, vestidos con traje oscuros similares, muy prolijos en sus estrados y delante Tommy Dorsey dirigiendo. Dos decenas de chicas vestidas con mallas y plumas, hacen una coreografía mientras tocan xilofones que tienen delante. Hay muchos instrumentos de vientos. Aplausos y la presentación del joven que es el nuevo fenómeno de la música. Elvis con un saco con brillos y la guitarra acústica colgando. Rodeándolo, muy cerca suyo, un trío de guitarra eléctrica, contrabajo y batería. Empieza el tema. Canta con sentimiento y hay una pícara alegría en su cara. Los labios abundantes, los rasgos afilados, cincelados, la mirada intensa. El jopo se mantiene intacto y desafiante. Un breve momento instrumental, un paso atrás, y el mundo que parece resquebrajarse, parece cambiar para siempre con sus requiebres rápidos, enérgicos, terriblemente incitantes. Son muy pocos segundos pero es el primer gran momento sexual de la televisión norteamericana. ¿Sinatra se meneaba? ¿Dean Martin quebraba las caderas? Ninguno de ellos. Tampoco, por supuesto, las estólidas figuras del country. Ni siquiera Bill Halley lo hacía.
Después de algunas presentaciones en el programa de los Dorsey, fue el turno del programa de Milton Berle, un comediante pionero de la TV. Ahí consiguió otro hito: motivado por Berle que le dijo “Es tu oportunidad, muchacho”, Elvis salió sin guitarra que tapara el movimiento frenético de su cuerpo. Las chicas gritaban, los jóvenes trataban de copiar esos meneos impensados y el resto se escandalizaba. El Show de MIlton Berle por primera vez en la temporada ganó en el rating. Le bastó con la presencia de ese chico del jopo engrasado.
Todos los diarios y columnistas del país parecían estar hablando de él. Casi siempre lo hacían mal. “El señor Presley no tiene ninguna cualidad vocal discernible”, escribió el crítico del New York Times. En otro diario fueron un poco más enfáticos: “La visión del joven de 21 años berreando sus letras ininteligibles con voz inapropiada a la vez que ofrece una exhibición de movimientos primitivos difíciles de describir en términos propios de un diario familiar ha provocado la mayor reacción de odio desde los inicios de la televisión”. Por su parte Ben Gross del Daily News afirmaba: “La música popular ha alcanzado las profundidades más bajas con los gruñidos y las contorsiones pélvicas de Elvis Presley”.
El problema era esa rotación de caderas, el movimiento pélvico, que enloquecía a una nación. Como escribió Charly García, cuando “Elvis movió la pelvis el mundo hizo ¡Plop! y nadie podía entender esa furia”.
Todas estas reacciones sólo consiguieron generar más interés sobre el joven de apenas 21 años. Y aumentaron de inmediato su cotización para fruición del Coronel Parker.
Steve Allen, el conductor de uno de los programas más vistos de la televisión -el gran competidor de Ed Sullivan-, lo contrató por 7.500 US$, un 50 % de incremento respecto a lo que ganó en sus presentaciones previas. Pero esa aparición, con mucho más rating, sería muy distinta.
Steve Allen antes de anunciar al cantante sensación explicitó que el suyo era un programa familiar y que lo que verían de ahí en adelante estaría acorde con su target. Apareció Elvis con un smoking algo incómodo y muy tieso. Algunos chistes de rigor y después dos canciones. La primera la canta rígido, más pensando en mantener quieto su cuerpo que en la voz, parecía enyesado desde el cuello a los tobillos. La segunda fue un poco peor todavía. Allen explicó que se trataba de un tema inédito, que Presley grabaría al día siguiente. En un pedestal habían plantado un enorme mastín, con largas orejas, mirada desentendida y cara triste y le habían puesto una pequeña galera como de cotillón en la cabeza. Elvis mirando a los ojos al perro le cantó Hound Dog.
No importó esa puesta en escena ridícula porque el programa logró registros históricos. Apenas unas semanas después, cobrando el doble de honorarios por su presencia, Elvis cantó en el Show de Ed Sullivan que resignó sus convicciones previas para no quedar relegado de su audiencia. Esa actuación de Elvis no sólo le sirvió a Ed Sullivan, que detestaba el rock, para ganar la lucha por el rating ese día sino para que ocho años después aceptara a esos cuatro jóvenes pelilargos llegados de Liverpool que desataría la Beatlemanía.
Pero la televisión no era el único medio al que Elvis se expandía. Antes del lanzamiento de su primer tema con RCA, el Coronel Parker le consiguió una entrevista con Hal Wallis que había producido Casablanca y El Halcón Maltés entre otras películas. Alguien propuso que en las pruebas de cámara pasaran directamente a la actuación. Ya lo habían visto en televisión y sabían lo que podía hacer cantando. Pero Wallis dijo que era muy distinta la adrenalina del vivo, que intentar reproducirlo en un estudio, con cámaras en lugar de público y siendo obligado a seguir marcaciones y repetir toma tras toma. Apenas empezó a cantar y a moverse nadie podía creer lo que veía. ¿Dónde había quedados ese educado y tímido chico del Sur que se la pasaba pidiendo permiso? Se electrificó el ambiente. Wallis supo que Elvis atravesaría la pantalla: la cámara lo amaba. La prueba de actuación también fue convincente. Parker y su habilidad consiguieron un contrato extraordinario para alguien que nunca había actuado y recién había lanzado su primer tema con una gran discográfica. El acuerdo era por tres películas por las que Elvis cobraría 100 mil, 150 mil y 200 mil dólares respectivamente. Tal era la habilidad de Parker (y la atracción de Elvis) que ni siquiera tuvo que aceptar la cláusula de exclusividad.
Heartbreak Hotel apareció el 27 de enero. Fue ascendiendo en los charts y se convirtió en un suceso extraordinario. Mae Axton, la compositora de la canción, se había equivocado. No era una canción de un millón de copias. Era mucho más grande que eso. George Harrison contó que escuchar esa canción en el living de su casa con tan solo 13 años fue como una epifanía, que le cambió la vida para siempre.
En marzo salió el primer álbum con canciones grabadas en Sun Records y algunos covers nuevos. Fue el primer LP de rock en encabezar el ranking moderno de la revista Billboard. Después la llegada a la cima de los temas de Elvis se convertiría en costumbre. Durante 1956, monopolizó los rankings; apenas dejó lugar para que canciones de otros artistas llegaran al número 1. Por primera vez logró que una canción de un artista fuera reemplazada por otra del mismo artista. Al simple con dos caras A Don´t Be Cruel/Hound Dog le siguió Love me Tender. la gente consumía todo lo que Elvis tenía para darles: rock furiosos, movimientos pélvicos, miradas profundas o baladas. Entre los dos simples, Presley permaneció en la cima cuatro meses consecutivos. Durante 1956 otros dos temas llegaron al número 1: I want you, I need you, I love you y Too Much.
Pero en medio de todo el éxito también conoció el fracaso. En otro movimiento inédito e innovador de su manager, Elvis firmó contrato para presentaciones durante quince días en Las Vegas, la ciudad que se iba perfilando como la meca del espectáculo, la que quince años después recibiría a Elvis y que Elvis transformaría con sus residencias anuales que atraían turistas. Pero el público de la meca del juego en 1956 era muy distinto al de 1970. Hombres grandes, adinerados, jugadores compulsivos, con gustos tradicionales, poco afectos a la novedad. No entendían lo que pasaba sobre el escenario. Detestaban los movimientos epilépticos de ese chico que aullaba letras que pintaban un mundo que les era ajeno. Sin embargo, algo del fenómeno se dejó ver: una tradición de la ciudad establecía que una vez por semana en un horario diurno estrambótico hubiera una función para jóvenes. Esa presentación se agotó. Allí se vieron las mismas escenas de histeria y euforia que en el resto del país.
Después de Heartbreak Hotel llegaron decenas de canciones que cantó el mundo entero, de películas sonsas que resultaron una excusa para seguir viendo a Elvis, shows en los que los gritos de las fans tapaba la excelsa voz del cantante.
Y llegó, para quedarse, el rock and roll que desde sus inicios supo quien era su rey.
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Source: La Patilla