En primer lugar, queda meridianamente claro que Miraflores fue obligado a sentarse en esa mesa y a reconocer a la dirigencia democrática. Las presiones de que ha sido objeto fueron eficaces. Las bravuconerías previas del tirano se volvieron agua de borrajas, desafíos ridículos de un patético perdonavidas que no sirvieron a sus propósitos aviesos. No le quedaba otra, ahogado como está en lo financiero y en tanto que gobernante de facto, con la espada de Damocles de la CPI sobre su cuello, lenta, pero amenazando.
En segundo término, es obvio que el contenido del documento en cuestión es producto de una negociación, y que refleja concesiones entre las partes. Pero si lo leemos bien, solo un punto (3º) de interés para la tiranía está recogido en él: las sanciones internacionales. El resto de la agenda constituye señalamientos que más bien la acusan, son referencias directas a sus reiteradas arbitrariedades y violaciones (derechos políticos, garantías electorales, cronograma electoral para elecciones observables, respeto al Estado Constitucional de Derecho, convivencia política y social, renuncia a la violencia, entre otros).
Sobre la firma del Memo y sus resultas hay opiniones encontradas en el campo opositor. Algunos, muy ilusionados (a mi juicio, en extremo) han cifrado sus esperanzas en que se arribe a una salida definitiva a la larga crisis que nos agobia.
Otros, habida cuenta de las frustradas tentativas anteriores y de la naturaleza perversa del régimen, son escépticos; entre los cuales hay gradaciones, los “muy” y los “menos”.
Están también los que se oponen de todas todas, a las tratativas que se inician. Señalan que estas son inútiles, que de allí no saldrá nada positivo, que es pérdida de tiempo o dicen simplemente que con delincuentes no se debe negociar.
Esta división de enfoques no es un asunto menor, pues no se da solo entre las fuerzas políticas y los opinadores. La población, en general, desesperanzada, atribulada y abocada a sobrevivir, no la vemos muy entusiasmada con los asuntos de políticos y los resultados eventuales de una negociación.
Ciertamente, hay un rechazo mayoritario al régimen, que se ve y siente en la calle. Pero no existe de manera clara una conexión con el liderazgo que permita catalizar y organizar esa energía social larvada en función de un objetivo de cambio político, a pesar de los esfuerzos que se hacen en medio de tan precarias y adversas circunstancias.
Con todas las críticas y cuestionamientos justificados que podamos formular al liderazgo democrático mayoritario que goza del soporte de los principales países democráticos, es a quien deberíamos apoyar en la hora presente. Es la unidad posible que más allá de las fronteras ven con buenos ojos.
Es suicida, por tanto, como hacen algunos, atacar inmisericordemente, a quien hoy está a la cabeza de esas fuerzas: Juan Guaidó. Este tiene el reconocimiento de la Comunidad internacional, lo cual no es una minucia. Guaidó está al frente de la negociación que se ha iniciado junto a otros políticos de oposición, dando un paso importante para consolidar la necesaria unidad. Es incomprensible, entonces, tales absurdos ataques.
No obstante, por ahora, pareciera que lo razonable frente a lo de la negociación es ser prudentes y precavidos. Me cuento entre los escépticos. Estaré, como muchos, atento ante eventuales logros tempranos que algunos anuncian. Seguimos a Santo Tomas en eso.
Del tirano, ya Venezuela pudo ver su talante en días pasados, al exponer al escarnio publico por tv a los miembros de la delegación democrática en México. Es su naturaleza. ¿Es así como el tirano entiende la convivencia política suscrita en el Memo?
¿Eso ayuda a que los escépticos cambiemos de opinión respecto de las resultas de esa negociación?
Por último, el venezolano debe tener bien claro que, aunque marche a un ritmo aceptable el proceso que se abre, sobre lo cual tengo mis dudas, consumirá un tiempo considerable. Exigirá de los ansiosos y desesperados, una alta dosis de paciencia, que no tuvieron los millones que se han ido y siguen huyendo al extranjero. Queda solo esperar que los muy optimistas tengan razón y que tales tratativas, con suerte, nos traigan algo positivo, para que el país pueda encaminarse hacia la recuperación de la democracia y la las libertades.