X
    Categories: Uncategorized

Entendiendo las verdaderas reglas del cortejo en la era 'Bridgerton'

El cortejo: es el tema capital de las novelas de Jane Austen, de los romances históricos y de series populares como Bridgerton, de Netflix.

Desde el primer rubor de la atracción hasta los votos finales en el altar, el cortejo durante el periodo de la Regencia británica (que duró de 1811 a 1820) era romántico y comercial a partes iguales, cuando los hombres perseguían y cortejaban a las mujeres con la esperanza de encontrar a alguien con quien casarse.

Pero, ¿en qué consistía exactamente el cortejo? He aquí los pasos que debían seguir los hombres y mujeres de la época de la Regencia para tener éxito en el cortejo.

(Relacionado: ¿Fue realmente la reina Carlota la primera reina negra de Gran Bretaña?)

Paso 1: Entra en el mercado matrimonial

Durante el periodo de la Regencia, que formaba parte de la era georgiana, el matrimonio no era sólo un hito en la edad adulta, sino que «era la piedra angular de la sociedad. Era la institución en la que […] se reproducían las posiciones de estatus y se trasladaban al futuro», afirma Sally Holloway, investigadora principal de la Universidad Oxford Brookes (Reino Unido) y autora de The Game of Love in Georgian England: Courtship, Emotions, and Material Culture [El juego del amor en la Inglaterra georgiana: Cortejo, emociones y cultura material].

Para las familias de élite, la oportunidad perfecta para encontrar cónyuges adecuados era durante la llamada Temporada de Londres, cuando todos los que eran alguien acudían a la ciudad. La temporada duraba entre el invierno y la primavera, cuando el Parlamento estaba reunido en Londres. La alta sociedad aprovechaba su estancia en la ciudad para ver y ser vista en un torbellino interminable de bailes, asambleas, cenas y entretenimientos.

De este modo, la Temporada actuaba como un «mercado matrimonial» para la élite.

Paso 2: Conoce al tipo de gente adecuado

Según Holloway, la edad media para casarse era de 24 años para las mujeres y 26 para los hombres en el largo siglo XVIII.

Una vez que se estaba preparado para buscar cónyuge, los bailes y asambleas de la temporada londinense creaban oportunidades para conocer gente. Podría decirse que el mayor escenario del mercado matrimonial era el Almack’s Assembly Rooms, donde acudían a bailar y socializar algunos de los pretendientes más codiciados de la sociedad. El cronista de la Regencia, el capitán Rees Howell Gronow, describió Almack’s como «el séptimo cielo del mundo de la moda».

Un comité de damas de la alta sociedad ejercía de patronas de Almack’s y determinaba quién entraba en el club. Eran muy quisquillosas. Gronow se quejaba de que «las sonrisas o los ceños fruncidos de las patronas condenaban a hombres y mujeres a la felicidad o a la desesperación».

Al admitir sólo a solicitantes con riqueza, contactos y rango, las patronas creaban un espacio exclusivo en el que las familias de moda podían asegurarse de que sus hijos e hijas conocieran a personas adecuadas.

Etiqueta de bailes de salón

Los bailes y las asambleas constituían un lugar ideal de encuentro para los jóvenes, aunque las estrictas normas de etiqueta delimitaban los salones de baile.

La gente esperaba bailar con varias parejas durante un baile. De hecho, se aconsejaba a los bailarines que cambiaran de pareja cada dos bailes.

Sólo los hombres tenían derecho a sacar a bailar a alguien, aunque los amigos y familiares de una mujer podían animar a un hombre a invitarla. Las mujeres tenían derecho a rechazar una invitación, pero había una trampa: si una mujer rechaza a un compañero de baile, es de buena educación que rechace también otras invitaciones.

El baile ofrecía a la gente la emocionante oportunidad de tocarse las manos (debidamente cubiertas con guantes, por supuesto), pero era la única ocasión que tenían de hacerlo. Incluso los saludos y las despedidas se hacían sin contacto físico, con reverencias de hombres y mujeres

Paso 3: Busca un buen partido

Las familias a la moda querían que sus hijos e hijas se casaran con cónyuges iguales en términos de riqueza y rango, pero éstas no eran las únicas consideraciones.

«En esas décadas se celebraba el amor romántico. Uno quería casarse por dinero, pero también, idealmente, por amor, con alguien con quien pudiera tener una relación duradera, feliz y cariñosa», dice Holloway.

La compatibilidad era especialmente crucial en un mundo en el que el divorcio era raro. Como subraya Holloway, «el divorcio requería un acto parlamentario. Una vez casado, se acabó. Así que era realmente importante tomar la decisión correcta porque tu felicidad dependía de ello».

(Relacionado: La turbulenta historia de amor de Napoleón y Josefina)

Paso 4: Dale tiempo a los sentimientos

Una vez identificada una posible esposa, podía comenzar el cortejo propiamente dicho. El hombre pedía permiso para iniciar el cortejo y la mujer tenía derecho a aceptarlo o rechazarlo.

Un noviazgo típico puede durar de uno a cuatro años, según Holloway. Durante ese tiempo, la pareja se conocía a través de una serie de actividades. Un hombre podía tomar el té con la mujer y su familia, o la pareja podía salir a pasear juntos con una carabina, cuya presencia protegía la virtud de la mujer.

De hecho, las reglas sobre cómo una pareja podía interactuar entre sí en las primeras etapas del cortejo protegían a las mujeres de una familiaridad o intimidad prematuras. Al principio, las parejas no se llamaban por su nombre de pila, por ejemplo, y una mujer no podía perseguir a un hombre; el hombre tenía que dar el primer paso, aunque los amigos y parientes de la mujer podían animarle.

Paso 5: Trata la correspondencia con amor

Una de las formas en que las parejas de la época de la Regencia evaluaban su compatibilidad durante una etapa más seria del noviazgo era escribiéndose cartas. Esto era especialmente cierto para las parejas que vivían lejos. «Se trataba de crear un vínculo», dice Holloway.

Enviar y recibir cartas era también una prueba de intenciones. «Era importante ser un corresponsal fiable porque demostraba que eras un compañero fiable en la vida».

Paso 6: Haz regalos apropiados

Los regalos eran una parte crucial del cortejo y abarcaban desde libros y perfumes hasta regalos altamente simbólicos como anillos.

¿Uno de los regalos más apreciados? El pelo. «Un mechón de pelo era un regalo físico increíblemente íntimo porque literalmente estás dando parte de tu propio cuerpo a otra persona. El pelo nunca se estropea, así que es un símbolo de amor eterno», dice Holloway.

«La gente hablaba en sus cartas de llevarse mechones de pelo a la cama, besarlos, hablarle como si fuera el amante ausente».

Era importante que los regalos se ajustaran a la etapa correcta del cortejo. «No se puede iniciar un noviazgo regalando a alguien un mechón de pelo», dice Holloway.

Además, los regalos debían estar en buen estado. Un hombre no debía regalar a una mujer flores marchitas o comida que se hubiera echado a perder, ya que podía ser un indicio de que era descuidado.

(Relacionado: Cómo los diamantes se convirtieron en la piedra emblemática del amor eterno)

Paso 7: Negocia los términos del matrimonio

La última etapa del noviazgo es el compromiso, cuando la atención se centra en la negociación del acuerdo matrimonial. Las capitulaciones matrimoniales establecían los términos legales del matrimonio, incluidos los derechos de herencia, el dinero asignado a la esposa y las disposiciones para la viudedad.

El compromiso aportaba más seguridad al noviazgo y, potencialmente, más intimidad. Como explicaba Holloway, «una vez que el compromiso se consideraba seguro, podía llegar un momento en que se pasara a una mayor libertad sexual». Calcula que hasta una de cada tres novias puede haber estado embarazada en el momento de su boda.

A lo largo del cortejo: evita el escándalo

Una de las mayores amenazas para cualquier noviazgo era el escándalo.

El escándalo adoptaba diferentes formas (un hombre que abandonaba a una mujer en el altar; una mujer que se fugaba sin permiso; una pareja no comprometida sorprendida en un abrazo íntimo), pero el resultado era el mismo: habladurías que dañarían el nombre de una familia o la posición de una persona en la sociedad.

Las fugas generaban muchos cotilleos. Un destino popular para las fugas era Gretna Green, un pueblo situado al otro lado de la frontera escocesa y no sujeto a las leyes matrimoniales inglesas. Gretna Green era el Las Vegas de su época, lo que lo convertía en un destino popular para bodas rápidas y clandestinas.

El escándalo también podía tener repercusiones económicas. «Si un hombre dejaba a una mujer después de prometerle matrimonio, ella podía demandarle por daños y perjuicios monetarios por sus sentimientos», dice Holloway.

Afortunadamente, la mayoría de las relaciones no acababan en escándalo. En cambio, el noviazgo ideal terminaba en el altar, cuando la pareja iniciaba un nuevo capítulo como marido y mujer.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.


Source: Interés

news :