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Gervis Medina: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego?

Ciertamente caerán ambos en alguna parte, cómo lo narra “Lucas” en su Evangelio. ¡El dilema de la sociedad mundial, se debate entre amar o no a los enemigos! Por lo tanto, quienes eligen amar a sus enemigos y hacer el bien a los que los odian, bendecir a los que los maldicen y rogar por los que los maltratan. Están en sintonía con la alianza celebrada ante “Dios” nuestro Señor.

La máxima del libro sagrado, estipula que debemos tratar a los demás como queremos que ellos nos traten. Esto con el fin de eliminar el mal en nuestra sociedad. El mal se combate con amor dice “Jesús de Nazaret”.

¡Quienes no aman a sus enemigos, se condena a sí mismo! Puesto a que le da paso al mal en su corazón, condenando el espíritu a una vida desdichada dónde no cabe el amor. “Porque si ustedes aman a los que los aman”, ¿qué mérito tiene? Hasta los malos aman a los que los aman. Entonces, ¿qué gracia tiene? amar sólo a quien te ama y te haga el bien.

Alguien le preguntó al hombre más rico del mundo. ¿Hay alguien más rico que tú en el mundo?

Entonces narró su historia: “Un día en que no era rico, ni tenía fama. Pasaba por un puesto de frutas, cuando vi una hermosa manzana, quería comprarla para comer puesto que moría de hambre, pero me di cuenta que no tenía dinero para pagar. El vendedor observó y dejé la idea de tomar la fruta y la devolví, le dije que no tenía dinero para pagar la fruta”.

El vendedor dijo: “te la doy de regalo, tómala es gratis. Ante la insistencia, la tomé y comí”.

Pasado 3 meses pasé por el mismo puesto y nuevamente no tenía dinero para comer. El vendedor nuevamente me ofreció la fruta gratis para comer. Me negué y dije que no podía aceptarlo, porque no tenía dinero para pagarle.

El vendedor dijo: “tómalo comparto mis ganancias contigo, no estoy perdiendo nada de dinero”.

Después de más de una década el personaje se hizo el hombre más rico del mundo y se recordó del vendedor de frutas y comenzó a buscarlo hasta que lo encontró.

Lo saludó y le preguntó: ¿Me conoce usted? Él dijo: “Si eres el hombre más rico del mundo”.

Preguntó de nuevo: ¿Recuerdas una vez que me diste de comer gratis? El vendedor dijo: “Si lo recuerdo, lo hice dos veces”.

Quiero querido vendedor pagar la ayuda que me habías ofrecido esas dos veces. Pide lo que quieras y te lo daré.

El vendedor dijo: “Amigo, ¿No cree usted, que al hacerlo no podrá igualar mi ayuda? Y dijo: “Te ayudé cuando era un pobre vendedor de frutas y ahora estás tratando de ayudarme, cuando te has convertido en el hombre más rico del mundo. ¿Cómo puede tu ayuda igualar la mía?

“Ese día me di cuenta que el vendedor de frutas era más rico que yo, porque no esperó para hacerse rico para ayudar a alguien”

Las personas necesitan entender que los verdaderamente ricos son aquellos que poseen un corazón rico, en lugar de mucho dinero. Es realmente importante tener un corazón rico para ayudar a los demás. Pienso que es muy fácil dar cuando nos sobra, lo difícil es estar presentes, aún sin tener bienes para dar.

La gente ama y respeta a los que son del propio grupo, mientras se preocupa muy poco de los demás. La palabra de “Dios”, nos invita a superar esas diferencias; lo que cuenta es la persona, y sí mi prójimo me necesita, debo olvidar su color o cualquier tipo de etiqueta que se le ponga. Si prestan a los que le pueden retribuir, ¿qué merito tiene? De nuevo se trata de una actitud social; cada uno busca sus amistades en el ambiente que sirve para su ascenso y se aparta de quienes pudieran ser un peso.

Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames. Ama a tus enemigos, haz el bien y presta sin esperar nada a cambio. Se bueno con los ingratos y los pecadores. Quien hace de este axioma, su práctica diaria le será recompensado delante del “Altísimo”. Por lo tanto, debes ser compasivo como compasivo es nuestro “Padre” con cada uno de nosotros. Este es el misterio de nuestra fe. El amor y el perdón a los pecadores. ¿O es que acaso vas a perdonar a quien no peca? ¿O vas a darle de comer a quien tiene?

El hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo saca cosas malas. A través de la boca habla de lo que está lleno el corazón.

Les digo, el amor es el cimiento más grande, sobre el cual puedes construir la fe; ninguna inundación, ningún viento podrá derribarla si esta fe está bien cimentada.

Por el contrario, el que escucha al “Señor” y no pone en práctica, se parece a quien construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. La corriente de agua y los vientos violentos se precipitarán sobre ella y en seguida se desmoronará, siendo desastroso lo que ha de ocurrir a la casa.

¡Felices ustedes los pobres, porque de ustedes es el “Reino de Dios”! ¡Felices ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes los que lloran, porque reirán!

Estas tres bienaventuranzas van dirigidas a los que no tienen lo necesario para una vida plenamente humana. Da un vuelco a las situaciones presentes, y observa que los pobres son los que contribuyen de un modo indispensable a construir el Reino. Aun cuando nadie ha elegido ser pobre o afligido, “Jesús” nos propone mirar por dónde nuestra condición presente nos hiere. ¿Aceptar? ¿Querer salir de ella? ¿Qué eliges y cuáles son tus miedos?

Estas lamentaciones son un signo del amor de “Dios” por los ricos, como las bienaventuranzas los son por los pobres, porque Él ama a todos, aunque de distinta manera. A unos les asegura que destruirá las estructuras de la injusticia, y a los otros les advierte que las riquezas traen consigo la muerte.

Porque “Dios” ha visto, que hay situaciones en la cual, sólo se podrá ser rico privando a otros de lo estrictamente necesario. Viendo la locura desatada de quienes piensan haber encontrado su felicidad en algún paraíso terrestre y prefieren ignorar la fragilidad de su condición.

Los mismos mecanismos, políticos y económicos hasta la actualidad, y el mismo desarrollo incontrolado del progreso tecnológico, traen para algunos una acumulación de riquezas y para otros la marginalización y el reinado de la violencia. Las sociedades ricas, sanas, civilizadas no están más cerca del Evangelio que los lugares de miseria.

Estas palabras deben ser entendidas en el sentido más universal, y son válidas para cualquier tiempo y lugar. Hay quienes se sienten defraudados que se debe cambiar nuestra vida y no de reformar la sociedad. Puesto a que la razón es otra, la raíz del mal está en las personas. Es cierto que las estructuras nos deforman y a veces no nos dejan vivir; pero también es cierto que ninguna revolución, por muy beneficiosa que sea, puede establecer una sociedad menos opresora, hasta que las personas no se reformen en el Evangelio.

Nuestra perfección está en imitar al “Padre”. El modo de llegar a ser como “Dios” es practicar la misericordia, es decir, la capacidad de conmoverse ante la pobreza y la angustia de los que creó, para colmarlos de lo que sólo “Él” puede comunicarles. A esta misericordia se opone la actitud del que se hace juez ante sus hermanos.

Los invito a buscar una forma de vida más noble, más auténtica. No se trata sólo de hacer una sociedad mejor, sino de hacer crecer personas que estén en comunidad con “Dios”.

Es necesario purificar la mente y el espíritu para que así el árbol bueno pueda dar frutos buenos, es decir palabras y obras de justicia y bondad, y asi no tengamos que recurrir a un ciego, para que nos guie el camino de la vida.


Gervis Medina
Escritor venezolano

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Source: La Patilla

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