León Sarcos: Repensar a Venezuela

Moisés Naim ha escrito una reflexión, como casi todas las suyas, bien interesante, en el prólogo de un libro de obligada lectura, titulado: Venezuela en la encrucijada. Radiografía de un Colapso. Es importante, dice Moisés, diferenciar entre un país fracasado y uno accidentado, pues esta es la encrucijada en la que se haya el nuestro, y formula esta pregunta ¿ Es la crisis que sufre Venezuela desde hace dos décadas un prolongado accidente del cual puede recuperarse o es un fracaso que se ha cronificado y que condena a las generaciones futuras al hambre, la miseria y la violencia.

Inmediatamente le respondería, sin perder espacio para explicar, porque no es un fracaso y si un largo, dolorosos y atroz experimento, o accidente inducido, que ya se prolonga por demasiado tiempo, a mi juicio mal enfocado desde un principio por los analistas y por la misma razón tratado de manera errónea y equivocada la metodología para combatirlo, por lo tanto ineficaz. 

Desde un comienzo este experimento tuvo visos de tiranía militarista, y una vez liquidado los mandos de la Fuerzas Armadas y sus reservas profesionales, morales y éticas, que hicieron de muro de contención a la ambición totalitaria, se dio inicio a un desplazamiento casi total de los ejecutivos y burócratas calificados del servicio civil. Comenzaría así, progresivamente la militarización absoluta de las instituciones públicas y con ellas el fin del estado de derecho y la fundación de la Venezuela cuartel. Hoy, son doce ministerios los que dirigen y controlan las Fuerzas Armadas, y cantidad innumerable de hombres de uniforme quienes tienen a su cargo centenares de direcciones de la administración pública.

Se jugaba a la democracia y toleramos abusos como los cometidos con la descentralización,  con los empresarios y la industria petrolera, por parte de quienes fueron siempre enemigos a muerte de la democracia liberal, los civiles que acompañaban a Chávez por reconcomio ideológico con los fundadores de la democracia, y en el caso de los militares, encabezados por el dictador, por la vieja querella con la inteligencia liberal, de fácil contraste por la castración heurística del sí señor, no señor, obediencia, disciplina y fuerza.

Podrían hacerse muchos libros de utilidad para las fuerzas democráticas, que elaboren diagnósticos, propuestas y alternativas para salir de este trágico, prolongado y metastasico accidente, que la ciencia y las nuevas tecnologías ya están en condiciones mucho más avanzadas para extirpar y liquidar a partir de dos premisas básicas: que se cambie el enfoque y que se promueva una nueva metodología, para lo cual todos los aportes de profesionales, técnicos y especialistas serán imprescindibles.

Venezuela tiene que liquidar definitivamente —para evitar que esta desgracia continúe y la gangrena siga avanzando— dos viejas querellas, dos vendettas históricas, dos viejos odios ancestrales al estilo de mafias, que aún se guardan con mucha pasión en el alma guerrera del sentir nacional, y con las cuales las nuevas generaciones y las que vienen no tienen nada que ver y sí mucho que perder: el odio entre la izquierda radical y decimonónica y los vestigios de la rancia derecha liberal, y por otro lado la rivalidad subliminal que siempre ha existido —y lo digo desde el fondo de mi alma con el respeto que les debo a mis ancestros, el General Pedro Arteche y el colombiano Juanito Iguarán— entre los civiles, cuyo icono para  mi es José María Vargas, y los militares, representados en el fundador por antonomasia de las Fuerzas Armadas Nacional, Simón Bolívar.

Solo superando esos viejos odios y promoviendo el reencuentro de todos los venezolanos será posible detener el deterioro económico escandaloso del que nos hablan Puente y Rodríguez, en uno de los ensayos que nos dicen que Venezuela perdió entre 2014 y 2019 en solo seis años el 67, 06% del producto interno bruto (PIB) total, el peor desempeño macroeconómico en magnitud y dirección en la historia de Venezuela desde 1950 y el peor de América Latina y el mundo en el periodo 1980-2019. Y detener también el crecimiento exponencial de la pobreza, que no solo se duplico durante los últimos años de la revolución bolivariana, sino que además un 30 % de los niños registra desnutrición, y solo un 60% de la población escolarizada asiste a clase. Para agregar, además, que la cobertura universitaria se ha reducido a la mitad, lo que provoca crispación ante el futuro de millares de venezolanos de las nuevas promociones.

 Estamos obligados a repensar a Venezuela a partir de un Gran Acuerdo Nacional, para pacificar el país e iniciar la reconstrucción nacional. Este constituye el principal desafío del liderazgo nacional. Pero ese nuevo enfoque estratégico exige una nueva metodología. Lograrlo requiere de un riguroso análisis crítico, más allá de ideologías y doctrinas políticas que interprete el momento histórico internacional y nacional y permita formular los lineamientos para transformar al país en una sociedad estable y equilibrada política e institucionalmente, de desarrollo económico sano, diversificado y auto sostenido, solido bienestar social y desarrollo humano creciente y de carácter permanente.

Repensar a Venezuela significa identificar aportes y contribuciones de individuos, partidos y organizaciones de la sociedad sin importar su condición política, civil o militar, social, económica y religiosa, en la construcción y consolidación de la República Liberal Democrática, pero igualmente reconocer los aciertos, errores y omisiones, vistos bajo una óptica científica, por parte de quienes han ejercido el poder desde 1936, pasando por su instauración en 1958, hasta nuestros días.

 En otras palabras, evitar para el estudio critico la sacralización de etapas específicas y la vindicación de los dirigentes a quienes correspondió la toma de decisiones en esa parte de la historia o la satanización y la excomunión de otros, es decir, sin antes o después de 1958, o el antes o después de 1998. Es decir, la óptica de la historia sin anteojos prestados y como una continuidad donde cada uno en su momento dio cuanto estuvo a su alcance desde su personal perspectiva para sacar a Venezuela adelante.

Repensar a Venezuela representa deslastrarnos de ubicaciones en el tablero político que contaminen la percepción de los ciudadano y de los que aún no lo son, acerca de nuestros fines últimos: el rescate de la política como pedagogía social de maestro y oficio sagrado de médico; la democracia como un sistema perfectible de autoridad limitada, autoridad equilibrada y pluralismo político, y el logro de un estadio de desarrollo institucional, económico, social y cultural que haga posible de forma permanente la expansión y la posibilidad de ser.

Repensar a Venezuela, en otras palabras, implica negarnos a ser etiquetados, con los viejos patrones de derecha e izquierda, de centro izquierda o centro derecha o cualquier otra denominación que prefigure nuestra actuación en la vida política. Sera el quehacer cotidiano de nuestros hombres y mujeres guiados por el sentido común, la sensatez, la integridad moral y ética, y la calidad científica, en la elaboración y la aplicación de políticas públicas eficientes, lo que defina el juicio último de la historia acerca de nuestro quehacer político.

Repensar a Venezuela, en consecuencia, trata de una evaluación crítica y desprejuiciada para desmontar la cultura política populista y demagógica, el presidencialismo, el constitucionalismo, el centralismo, el militarismo, la corrupción y la impunidad. Solo desterrando esos flagelos de la cultura política nacional será posible una democracia moderna, ya no solo de electores sino de ciudadanos, que haga real y efectiva una sociedad más justa y una vida más digna donde cada individuo pueda ser el protagonista de su propio destino.

León Sarcos, agosto, 2021.


Source: La Patilla

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *