Arabia Saudí, país aliado y socio preferente de Estados Unidos, acapara todas las sospechas como rampa de lanzamiento, ideológica y material, del 11-S. Así lo creen los 1.800 familiares y amigos de víctimas del cuádruple atentado de 2001 en su reclamación de transparencia al presidente Joe Biden, mediante la desclasificación de material confidencial sobre la conexión saudí. Pero el compás de la duda traza un círculo más amplio, hasta abarcar a un sinfín de sospechosos habituales. Las preguntas alcanzan también al papel de las agencias de inteligencia a la hora de prever la masacre. Así lo reseñó El País.
A muchos analistas les sorprende que los servicios de inteligencia de Estados Unidos parecieran no reparar en lo que se tramaba en Egipto y Pakistán, otros dos países aliados como Arabia Saudí. No era ningún secreto la arraigada actividad islamista en El Cairo o la efervescencia en Peshawar (Pakistán), cuartel general de los llamados árabes afganos, la legión de voluntarios que en los años ochenta luchó junto a los muyahidines en Afganistán contra el invasor soviético y que, una vez terminada la guerra —si es que ha terminado alguna vez—, regresaron a sus países de origen y esparcieron la yihad globalmente. De Argelia a Irak, de Siria a los suburbios de Bruselas colonizados por la barbarie del ISIS, se extendió una derivada ulterior de la inestabilidad que la guerra contra el terrorismo de George W. Bush provocó en la región.
Los nombres de los sospechosos habituales, del caudillo saudí al egipcio Ayman al Zawahiri o Jalid Sheij Mohamed, presunto cerebro del 11-S, eran desde hacía años conocidos por los servicios de inteligencia de la zona, lo que parece corroborar la inicial desatención de EE UU. Un funcionario del FBI llamado Dan Coleman fue enviado a principios de los noventa a la sede de la CIA, donde encontró un amplio dosier sobre una red de financiación “de causas islámicas” liderada por Bin Laden, según cuenta Lawrence Wright en su libro La torre elevada. Para muchos analistas en esa época, el saudí era solo un financiero, como recuerdan fuentes de inteligencia en el documental Punto de inflexión: 11-S y la guerra contra el terrorismo, recién estrenado. Coleman avisó a sus superiores de que algo se urdía, pero su advertencia cayó en saco roto, hasta que se le encomendó liderar un equipo conjunto FBI-CIA en 1996 para seguir la pista al saudí.
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