Luis Velásquez Alvaray: Los niveles del mal

Vivimos momentos de auge de las desembocaduras perversas. Teatro de operaciones de semejante malignidad, es América Latina, escogida es su momento- hace ya más de 60 años- por el hombre más perverso en varios siglos, que haya podido existir. Se llama Fidel Castro, y es curioso ahora que la Habana, que cumple 500 años, los grandes medios lo celebren sin plantear siquiera ligeramente, que sería de esa hermosa ciudad y de ese extraordinario país, si no sufrieran ese accidente histórico, que encarna todas las características del mal y como consecuencia el sufrimiento de millones de seres humanos sometidos, por asesinos seriales, que es lo que prolifera, en el ejercicio del comunismo. Y está característica viene de lejos. Acaban de recordar en días pasados los crueles crímenes ordenados por Lenin, en los campos soviéticos, contra los productores agrícolas independientes, que padecieron los más crueles castigos por fomentar con su éxito, sus producciones agrícolas.

No contento con destrozar Cuba, Castro se dedicó a sembrar la muerte en el paisaje latinoamericano, y obsesivamente en Venezuela, cuando juró venganza, porque un civil, de coraje y resistencia democrática, -todavía no suficientemente comprendida y ahora olvidada por las nuevas generaciones-, le hizo frente con Valentía[V1] , derrotándole en muchas batallas. Betancourt, prócer civil, les derrotó militarmente, económicamente y en política internacional, hizo comprender al mundo, que lo que venía con este señor era la criminalidad. El mal como antorcha para llevarse las riquezas, así fuera con las manos manchadas de sangre.

Lamentablemente, el resto de gobernantes, tal vez con excepción de Raúl Leoni, fueron blandengues con este tirano tropical, quien volvió con todas sus fuerzas gracias a la traición de Hugo Chávez, que llegó hablando de profundizar la democracia, hasta llevarnos al paredón fidelista. Al paredón del mal: traición, mentira, entrega; escondida, teatral, total.

Este Hitler tropical, murió sin responder por tantos crímenes. Murió en la Habana, ciudad destrozada por la crueldad del comunismo, que ha sido restaurada con la ayuda internacional para lavarle la cara en sus 500 años. Lo que no muestran es la miseria de los barrios de la gente común, que comen en ollas solidarias, que viven en pisos destrozados y a la cual no llega el pote de pintura, ni ayuda humanitaria, que se apropia la nomenclatura. La Habana de los reportajes es una, la del pueblo que sufre es otra: triste y resignada.

El politólogo y escritor, Alan Wolfe, se refiere en un ensayo, publicado en el 2014, a “la maldad política”. Vista a estas alturas sobrarían tomos para relatarla en América latina. Los palafreneros de Castro, no es posible vencerlos con blandos planteamientos como los propuestos por este investigador. Los niveles de desventaja son evidentes en los mecanismos de sometimiento. El mal anda a sus anchas, porque ahora se apoya en sociedades criminales y utilizan los recursos y la institucionalidad del Estado para perpetuarse. La cara de oveja de Morales, ladrón de votos y pertenencias de los bolivianos, es la máscara que manejan. Ahora es mártir después de saquear el país. Igual culpable es López Obrador, por permitir que desde territorio mexicano este delincuente electoral monte su cuartel general para seguir agrediendo al pueblo boliviano. Igual para encubrir la sangrienta tiranía venezolana y la nicaragüense. Es cómplice del mal, porque entregó su país a esta empresa criminal que actúa sin importarle la vida de millones de seres humanos. El nivel del mal crece con este tipo de apoyos, como el de López Obrador y su canciller, un confeso defensor de la tiranía cubana.

El mal venezolano ha destruido la banca, el comercio, la educación y en general el Patrimonio de las viejas y nuevas generaciones.

Sembrar la discordia fue la tarea de Castro y sus lecciones fueron provechosas para la nueva estirpe tiránica.

Pero los tiranos siempre tienen trazado un destino: el de Evo Morales y sus lágrimas de caimán envenenado.

La libertad surgirá y entonces la Habana será de verdad una ciudad para el mundo y Caracas y Managua mostrarán que resurgirán de los más profundos túneles del mal.

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Source: La Patilla

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