Mireya Segovia: La generación de hierro y la generación de cristal

Recientemente escuchaba con atención la conversación de unas personas que alcanzaban en sus edades unos 70 a 80 años, se veían como rescoldos reunidos y, comentaban sus hazañas, logros y esperanzas rotas en medio de todo.

Sus comentarios se hacían acuciantes, con gran fuerza, pasión y nostalgia. Contaban sus historias  entre rizas y,  rostros reflejando una palidez espectral y,  no sé sí, hasta lágrimas, hacían comparaciones con  esa generación que veían crecer, sus hijos, nietos, entre otros.

Referían que el hambre y la necesidad que les tocaba sortear con sus familiares, les llenaba de una angustiante incertidumbre,  era como si sus pensamientos los dejaran absortos con expresiones apremiantes, pero que ya su accionar se hacía perentorio. Solían verse con rostros de arrepentimientos, culpables de no haber enmendado lo que hoy tocaba vivir con cada una de  sus familias.

Se trata de una generación que se niega a morir y, que aun, dando patadas de ahogados siguen con mínimas, pero vivas, esperanzas y por lo pronto siguen quemando sus últimos cartuchos. Es esa generación,  que en medio de tantas dificultades para la época vivida, contaban y hablaban de abundancia, de una Venezuela llena de todo para escoger. 

La generación que ayer apostó por un cambio, pero que ese cambio fue alucinante y hoy sólo se conservan con una inanición, que sólo les permite proferir insultos, pero que remisos, se limitan a ver a sus familiares hacer actos de magia desde cada país donde se encuentran para mantenerlos.

La generación de hierro, desaparece irremediablemente, aquella que apostó a partidos tradicionales, cuyos factores ejercieron influencia determinante en comportamientos electorales de muchos años atrás, irremisiblemente, pareciera ahora catapultarse y servir de plataforma para explicar tanto ausentismo, tanta desidia, e incredulidad; es como si esa generación se agotara dentro de un esquema político, pero que da lugar a una nueva búsqueda, digamos que a decisiones más racionales.

Se  despierta ahora,  una generación, cuyos resultados de supervivencia y promedios de durabilidad, son inciertos. Son venezolanos famélicos que deambulan  por las calles, con deseos de ver más allá de una esperanza,  una luz que les haga sentir la seguridad de una Venezuela con alternativas, es la búsqueda  en la nada. Es la población que aún permanece aquí, esa de cristal, que aún no tiene las posibilidades de salir huyendo más que de la Pandemia, yo diría de un Pandemónium, de una Venezuela que hoy es una sociedad invertebrada y amorfa con serias dificultades. 

La crisis económica ha obligado a emigrar a los venezolanos, especialmente a los más jóvenes que van  en busca de oportunidades. Los padres se quedan solos y en muchos casos, la esposa y los hijos ven partir a su pareja procurando un mejor trabajo y sustento. Las madres abandonan los hijos. La pobreza y la mendicidad van en aumento exponencial.

No obstante,  allá afuera, el mundo abre un compás de posibilidades pero, con motivo de la crisis económica, los puestos de trabajo exigen a esta generación más y más competencias  para los puestos de trabajo, se les exige habilidades más allá de las funciones a desempeñar.

       A esta generación, los nativos digitales no se conforman con lo que les ha tocado vivir y son ambiciosos para alcanzar sus metas, pero la preparación para esta generación está siendo cercenada, castrada, desde todo punto de vista. En su pensamiento, en sus ideales, en su alimentación, en sus ambiciones de una mejor forma de vida. Es una generación de cristal que cada día que pasa se hace tremendamente sensible.

Estamos frente al  golpe más duro a la familia venezolana,  el que ofrece  el hambre y el elevado costo de los alimentos y medicinas. Es una situación que está deteriorando,  cada vez más la institución familiar porque a quién golpea más es a la madre y a sus hijos, esa generación que se hace cada vez más frágil, cada vez más frágil.

La salud física y mental de esa generación de cristal se está deteriorando. Los niños están siendo abandonados o deficientemente cuidados. Este colapso trae consecuencias sociales muy graves, más pobreza, más abandono de niños, desnutrición, y un nuevo tipo de delincuencia ejecutada por personas sin ningún tipo de condición humana que matan por matar, roban. Mejor dicho, unos psicópatas sin alma.

Urge atender esta generación, urge poner fin a esta crisis humanitaria y primordialmente de salud que está acabando con la familia venezolana. Urge acabar con el deterioro de los hogares sin alimentos, sin agua, ni luz ni servicios básicos.  SOS, URGE RESCATAR EL FUTURO DE NUESTRO PAIS

 

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Source: La Patilla

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