El cambio que Venezuela hoy clama es de la raíz, por eso es un cambio radical; no un simple cambio de partidos o de rostros. Y ese cambio solo será posible si, una vez ido Maduro y quebrado el Estado criminal, los líderes radicalmente honestos, responsables y trabajadores toman las riendas del país en todos los niveles. Líderes ágiles, conscientes de los grandes desafíos del mundo global del que hemos estado alejados y que conciban la gestión pública como servicio público. Y gente de ese talante hay de sobra.
Los líderes son determinantes en cualquier sociedad: un líder mediocre modela la mediocridad, un líder deshonesto aúpa la deshonestidad, un líder improvisador y vividor se despreocupa por lo correcto. Así este líder va modelando una sociedad mediocre, deshonesta, improvisadora y vividora; una sociedad socialista, como la que hemos padecido estos 20 años, pero también como la que le sirvió el país en bandeja de plata a los chavistas en los años previos. El líder correcto, en cambio, incentiva el espíritu de superación, ocasiona patrones de conducta honestos y premia al que trabaja e innova. Así, este líder bueno modela una sociedad de brillo, de valores y principios y de acción correcta; una sociedad libre y donde solo se permita lo bien hecho. Es fácil identificar quiénes hoy representan a cada bando y a sus aliados, a quienes representan la ruptura con el presente y con el pasado y quienes encarnan el peligro de hacer que regrese el chavismo en pocos años.
Los ejemplos de Argentina y Nicaragua, por mencionar solo dos de nuestro hemisferio, son contundentes. En Nicaragua Daniel Ortega ha representado los malos tradicionales del socialismo: violación de derechos humanos, pobreza y miseria; en 1990 dejó de ser presidente de ese país y en 2006 regresó al poder porque los males en los que se sostienen (corrupción, deshonestidad y cogollos) no fueron eliminados de la gestión pública. En Argentina Mauricio Macri tuvo la oportunidad de oro de aplicar cambios radicales con el pasado; pero, por el contrario, las promesas incumplidas, las medidas económicas con cobardía (el llamado “gradualismo”) y la dejadez le dejaron la puerta abierta al regreso del kirchnerismo, que amenaza con volver.
De esta manera, el reto de fondo que hoy los venezolanos tenemos enfrente no es solo salir de Maduro y quebrar el Estado criminal, sino cortar las patas del socialismo, sacarlo desde la raíz. Esa es nuestra tarea. No es un cambio político o partidista, es un cambio cultural. Y los cambios culturales se dan porque la gente los hace. La cultura no es una sábana que arropa países y poblaciones; la cultura son las acciones de la gente, tus acciones y las mías, que se vuelven hábitos y se institucionalizan. La cultura es eso: instituciones. Desde la institución de comerse la luz del semáforo sin que nada pase hasta las de pagar las deudas correctamente. Esas instituciones existen porque son hábitos de los ciudadanos. En la nueva Venezuela las instituciones que deben regir son la del pago puntual de los servicios y su prestación con criterios de excelencia; la de la ley que se cumple; la del esfuerzo que recompensa y la de servidores públicos frente a los órganos de decisión. Ese es el gran desafío que tenemos, no otro. De otra manera, no habríamos hecho nada en estos 20 años y seríamos doblemente culpables. Ese reto solo lo superaremos con los radicalmente buenos al frente. Debemos dar el vuelco.
@PedroDeMendonca
Coordinador de @VenteGuaricoYA
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