Arenas movedizas, por Rafael Veloz García @Rafaelvelozg

Nunca hemos sido partidarios de subestimar al adversario político y en caso de una dictadura mucho menos. Consideramos que es un error muy grande, al punto que muchos analistas lo han llegado hasta catalogar como un “pecado”. Por lo tanto, en lo que se refiere a Nicolás Maduro, no lo podemos hacer, sobre todo en este momento en que las fisuras de su régimen son ahora grietas visibles en lo interno. Y en lo externo también, representado en la percepción que tienen los ciudadanos del país de su presencia en Miraflores y el indecente manejo del erario público nacional, todo por causa de las ollas podridas de la corrupción que se han destapado en las últimas semanas, que involucran a funcionarios del más alto nivel del gobierno usurpador y a sus colaboradores más cercanos.

La amenaza de Maduro y de otros funcionarios de su régimen contra Juan Guaidó y su entorno, así como el riesgo que corren otros dirigentes de organizaciones políticas y sociales del país, no pueden considerarse como simples actos de fanfarronería. Son amenazas reales a las que hay que prestarles mucha atención. No se trata solo del encarcelamiento o un intento de intimidar a un líder. Esto va más allá.

No vamos a llegar al muy recurrente ejemplo de lo más peligroso en que se convierte una fiera cuando está herida al hablar del régimen de Maduro, porque sería en buena medida subestimarlo. Coincidimos, en cambio, con lo señalado en una ocasión por el disidente ruso Natán Sharanky, en eso de que “las dictaduras son en el fondo débiles”. Esto explica la razón por la cual recurren a la persecución y encarcelamiento de los líderes de oposición, así como en el más absoluto desprecio a los derechos humanos de quienes los adversan, todo en aras de sostenerse en el poder.

En consecuencia, podemos hasta decir que esas acciones forman parte de una política de Estado y han sido aplicadas por Maduro desde que de manera fraudulenta fue instalado en Miraflores por un moribundo Hugó Chávez, esto si creemos que cuando lo hizo a modo de sucesión de un trono, aún estaba con vida.

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Dentro del tema hay que incluir algunas consideraciones importantes. Primero, ellos mismos han reconocido que la corrupción es el origen de la tragedia que viven los venezolanos. En este sistema, el de justicia está usurpado y hecha de corrupción. Y ese mecanismo de control absoluto de los poderes públicos se configura en un terrorismo de Estado para la utilización de un sistema de justicia, con el Tribunal Supremo de Justicia, fiscalía, tribunales, etc., no para servir a los ciudadanos, sino que se utilizan para la intimidación, la persecución y para atornillar en Miraflores a Maduro.

Juan Guaidó ha demostrado y ha anunciado todo lo relacionado con la preservación de los activos de los venezolanos en el exterior y se ha enfocado en hacer valer los mecanismos constitucionales a fin de ir a los procesos de elección presidencial y parlamentaria válidas, que nos deben. Y ha dicho la verdad, al dejar claro que ese mecanismo no puede ser ejecutado por parte de la dictadura y por eso sigue en la lucha sin desmayo. Y eso no le gusta a Maduro.

Esas virtudes le han hecho ganar seguidores. Por ello, las alianzas, integradas por organizaciones políticas y sociales, que a la fecha lo han respaldado en forma pública y otros que lo harán en los próximos días, manifestaron ayer en una reunión conjunta su solidaridad con Guaidó, indicando que siguen adelante en su trabajo y argumentaron que la finalidad del régimen es su inhibición, lo cual no conseguirán. Prueba de ello es que el día martes se juramentó el comando de campaña en el estado Nueva Esparta.

El otro tema es que ningún candidato a la elección primaria está a salvo del sistema represivo en que el régimen ha convertido a los poderes públicos. Esto no es una acción aislada, sino que Juan Guaidó ya ha anunciado públicamente que es un candidato a la primaria, por lo que su persecución es a la vez una acción contra ese proceso electoral de la oposición. Lo que se persigue es el saboteo de este proceso que va a la nucleación e identificación del liderazgo que no solo estará empoderado para la reconstrucción del país, sino también inmerso en el acuerdo de gobernabilidad, para recuperar la institucionalidad, los servicios públicos, dar fuerza al salario y lo más indispensable para la vida de los venezolanos. Cuando sea así, podremos volar como volaba Venezuela en el punto de vista financiero en las décadas de los ’60 y ’70 del siglo veinte, fundamentalmente.

El mundo libre está atento porque no ha cesado la intimidación y las acciones de persecución contra Juan Guaidó, a su entorno y a su grupo familiar. De allí que el día de ayer el Departamento de Estado de EE.UU. y otras instancias internacionales han anunciado que eso no abona a los acuerdos que se llevan adelante y en la solución al conflicto político.

“Condenamos la represión constante y generalizada de activistas y figuras de la oposición venezolana”, subrayó un portavoz del gobierno de Joe Biden, después de que Guaidó alertó sobre el plan de la dictadura para detenerlo.
El funcionario de los EE.UU. dijo que Washington “revisará y ajustará” su régimen de sanciones si Maduro “no negocia de buena fe, no cumple sus compromisos o incrementa la represión de activistas políticos”, destacó Europa Press en su información.

Repetimos, hay que dejar claro que torpedear la acción de un candidato es torpedear la salida política. Y Nicolás Maduro nunca ha demostrado un interés por la salida política.

Por otro lado, este sistema criminal nunca ha luchado contra la corrupción, porque está hecho sobre sus bases. Y trata con falsedades y mentiras utilizarlo como argumento para eliminar tanto a sus adversarios internos como a los potenciales candidatos o personas que le son adversos. La amenaza latente de encarcelamiento es una acción contra el cambio político y la unión de los venezolanos.

Maduro y sus funcionarios, tras el escándalo de corrupción en Pdvsa, que ellos mismos revelaron, quieren hacer ver que es la primera vez que se presenta un caso de este tipo, pero la realidad es que la corrupción del régimen tiene más de 20 años, porque es más que evidente el inmenso desfalco a la nación, que se ha denunciado durante todo ese tiempo. Basta con revisar los medios de comunicación independientes de todos esos años, que hoy son una auténtica memoria histórica del saqueo hecho al país por vía de la corrupción, que es la esencia de este régimen.

Frente a todo lo anterior debemos estar alertas, denunciar y advertir sobre esta situación para que Nicolás Maduro no haga lo mismo que ha hecho Daniel Ortega en Nicaragua. Eso hay que advertirlo desde ahora, que pretenden utilizar el sistema en manos de los poderes públicos para perseguir, exiliar, amedrentar, encarcelar a cualquier persona que le pueda competir y ganar un proceso democrático electoral.

Maduro con ello comete un error, un error que puede ser muy costoso. Olvida que está bajo la lupa del mundo libre, que la Corte Penal Internacional de La Haya avanza cada día más en la investigación por crímenes de lesa humanidad. Olvida los informes de la Misión Independiente para la Verificación de los Hechos de la ONU y, como señalamos antes, Estados Unidos ya le anunció que las sanciones contra él y su cúpula serán ajustadas para más fuertes de continuar con la represión constante contra Guaidó y el resto de la oposición. Y olvida que las protestas de los trabajadores pasaron de largo los tres meses y no tiene como parar esa situación, porque se robaron los recursos financieros, por lo que la conflictividad social irá en aumento.

Maduro no ha podido echarle tierra a los escándalos de corrupción y eso lo puede llevar a cometer errores como son la persecución y la detención de sus adversarios políticos. Ha caído, sin darse cuenta, en arenas movedizas. Y en esas circunstancias, mientras más se mueva, más se hunde.


Dr. A. S. Rafael Veloz García, diputado a la Asamblea Nacional y Parlasur electo en 2015; expresidente de la Federación Interamericana de Abogados (FIA); miembro de la dirección nacional de Voluntad Popular, VP.


Source: La Patilla

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