La 'desconocida' mujer que hizo de Polaroid un icono cultural

Polaroid. Esta emblemática cámara puso la fotografía en manos de millones de personas a partir de la década de 1940. Cualquiera podía convertirse en fotógrafo con sólo pulsar un botón, revelando las imágenes delante de sus propios ojos.

En una época en la que la innovación en cámaras fotográficas estaba liderada casi exclusivamente por hombres, Polaroid también fue diferente en otro sentido: durante su relativamente corto periodo en la empresa, una joven licenciada en Historia del Arte llamada Meroë Marston Morse fue una de las visionarias más importantes de Polaroid, llegando a ser directora de la División de Investigación Fotográfica Especial con 18 patentes a su nombre.

Como redactor jefe de fotografía en National Geographic, he sentido amor por la fotografía durante toda mi vida. Desde niño, recuerdo ver a los miembros de mi familia utilizar Polaroids para registrar los momentos mundanos de unas vacaciones, mientras yo utilizaba una cámara Nikon con película de 35 mm. Pero cuando un amigo fotógrafo me enseñó a utilizar un palillo de dientes para empujar los tintes de una Polaroid a medio revelar, lo que daba como resultado una imagen final más pictórica e impresionista, me convertí en fan.

Sé bastante sobre Polaroid y su fundador, Edwin Land. Pero cuando hace poco leí por primera vez el nombre de Morse, me intrigó saber más sobre el papel que desempeñó durante sus dos décadas allí.

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Un nuevo tipo de empresa de cámaras

Morse se incorporó a Polaroid en 1945 pocas semanas después de graduarse en el Smith College, tras haber estudiado historia del arte con Clarence Kennedy. Amigo y socio de Edwin Land, Kennedy solía recomendar a sus mejores alumnos para trabajar en la empresa de cámaras.

Para Land, Morse se convirtió en «un alma gemela, una compañera de trabajo y una protectora», escribe Victor K. McElheny en su biografía de Edwin Land, Insisting on the Impossible [Insistiendo en lo imposible]. Morse había nacido para el método Polaroid, del que McElheny cita a uno de los inventores de la empresa diciendo que consistía en «proponer la hipótesis, probar la hipótesis, modificar la hipótesis, probar con otro experimento: un tren secuencial moviendo, a gran velocidad, varias hipótesis y experimentos por hora».

Pocos meses después de su llegada, Morse dirigía la división de películas en blanco y negro, donde lideró a su equipo en turnos de 24 horas para que la empresa pasara de las impresiones monocromáticas en sepia a las películas Polaroid en blanco y negro.

El proceso estuvo lleno de retos. No sólo los cristales de las zonas más oscuras de una impresión se volvían reflectantes, sino que el papel que utilizaban recogía fácilmente las huellas dactilares. Y lo peor de todo es que algunas de las copias se desvanecían al cabo de unos meses. Chris Bonanos, cuyo libro Instant documenta la historia de la empresa de cámaras, escribe que Land calificó la creación de la película en blanco y negro como «una de las cosas más difíciles que Polaroid ha hecho nunca».

Y Morse estuvo en el centro de todo, según me contaron John y Mary McCann, antiguos empleados de Polaroid, en una llamada reciente. El equipo de Morse analizaba las pequeñas variaciones respecto a una exposición estándar, según Mary, y la propia Morse «tenía buen ojo para estas diferencias» gracias a su formación en historia del arte. «Ella y Land lo construyeron desde los primeros experimentos en el laboratorio hasta la venta de películas por valor de 1000 millones de dólares», añade John.

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La unión de la ciencia y el arte

John McCann me cuenta que su época en Polaroid le recordaba al Renacimiento, cuando «los mejores científicos eran los mejores pintores, y lo hacían todo». En Polaroid, los artistas formaban parte de la ciencia y la experimentación, y sus puntos de vista eran tan importantes como los de los químicos.

En el laboratorio de Morse había una gran dedicación a la creación de tecnología al servicio de los artistas. Sirvió de enlace entre los científicos y los fotógrafos que asesoraban a las empresas, estableciendo relaciones con el fotógrafo Minor White, la pionera de la fotografía artística en color Marie Cosindas y el fotógrafo paisajista Ansel Adams.

Adams ya era un fotógrafo consolidado de gran formato en blanco y negro cuando empezó a trabajar para Polaroid en 1948. Su imagen Monolith, the Face of Half Dome, Yosemite National Park, realizada en 1927, le había situado en el mapa de la fotografía. Sin embargo, Adams estaba muy interesado en la tecnología de Polaroid, en particular en las cámaras y la película en blanco y negro que Morse estaba desarrollando. Ambos mantenían un contacto casi constante.

Adams ayudó a establecer un proceso que los fotógrafos sobre el terreno utilizaron como método de prueba mucho antes de la llegada de la cámara digital: tomaba una Polaroid para probar la composición y la exposición de una imagen antes de hacer una imagen final en negativo.

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Legado

Morse murió de cáncer en 1969 a la edad de 46 años, antes de que Polaroid se convirtiera en una marca mundial y un punto de referencia cultural, antes de que la moda de las cámaras de juguete llegara a su punto álgido y mucho antes de que Polaroid se declarara en quiebra en 2001.

En una nota enviada a toda la empresa para anunciar su fallecimiento, Richard Young, ejecutivo de Polaroid, escribió: «Para quienes conocimos y quisimos a Meroe, nuestras vidas se vieron enriquecidas y ampliadas. Su amabilidad, preocupación e interés por todos fueron superados por su generosidad».

En los años 70 y 80, otras empresas de cámaras empezaron a emular el enfoque y la estética de «apuntar y disparar» de Polaroid. A finales de la década de los 2000, los fotógrafos de todo el mundo se pusieron de luto cuando las últimas películas Polaroid llegaron a su fecha de caducidad tras la quiebra de la empresa.

Pero a principios de 2008, cuando las últimas fábricas estaban cerrando, los entusiastas de Polaroid Florian «Doc» Kaps y André Bosman recaudaron más de medio millón de dólares para rescatar las fábricas, la película y, lo que es más importante, los conocimientos químicos de la empresa, y finalmente devolvieron la película Polaroid al mercado.

Hoy, en un mundo fotográfico donde el estándar es lo digital, el espíritu que Morse y otros aportaron a la empresa sigue vivo para los fotógrafos de todo el mundo.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.


Source: Interés

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