Luis Alberto Buttó: Vuelta a las armas

Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

Con más que sobrada razón, destaca con creces sobre el tapete noticioso el anuncio hecho por una facción irredenta de las FARC de retomar el camino de las armas, abriendo así un boquete ciertamente importante al proceso de pacificación llevado a cabo en Colombia a lo largo de los últimos años. De manera reducida en función del poco espacio disponible, cabe abordar ciertas consideraciones de tipo general en torno al asunto, que vayan más allá de determinadas opiniones inmediatistas vertidas a través de las redes sociales. Vale decir, apuntar por encima de los análisis puntuales, algunos de ellos basados en consideraciones numéricas que buscan minimizar el impacto del hecho, y otros derivados de la evaluación de los protagonistas involucrados, encaminadas a revestir con mayor dramatismo al caso, drama que, huelga decirlo, no requiere ser inflado, pues con toda gravedad está contenido en sí mismo.

Primera consideración. La razón de ser de organizaciones armadas como las señaladas es la violencia pura y simple, descarnada, cotidiana. No las anima ningún otro leitmotiv. En este terreno no opera fundamento ideológico alguno, más allá de la retórica utilizada con la pretensión de camuflar la esencia del porqué de la existencia de grupos de este tipo, narrativa a la cual, con pasmosa estulticia y fines inconfesables, se le da cobertura y difusión en círculos de discurso desfasado y/o atrapados en tal discurso. Mucho tiempo ha que estas organizaciones dejaron atrás el viejo adagio de que el fin justifica los medios. Para ellas el medio (la violencia) es el único fin; no saben, no pueden, no quieren, hacer otra cosa. Estas no son agrupaciones empujadas a la violencia: su única misión, su verdadera función, es organizar la violencia y ejercerla de manera constante y sostenida.

Segunda consideración. La existencia de estas organizaciones es un mentís al concepto de soberanía construido con base en los postulados de la modernidad. Con su acción violenta estos grupos generan un gravísimo impacto a corto, mediano y largo plazo sobre la estabilidad de los países en los cuales operan, pues tratan de poner en entredicho la vigencia de la fortaleza de la maquinaria estatal, buscando con ello impulsar la gestación de agudas crisis de gobernabilidad. A sabiendas de sus propias capacidades y de los reales alcances de su proceder, más que derrotar a un gobierno, estas organizaciones a lo que aspiran es a echar por el suelo la legitimidad del gobierno en cuestión. Así las cosas, su fin último es propiciar que la confianza de la gente en el liderazgo establecido se pierda y en consecuencia pescar en río revuelto, como se diría en lenguaje coloquial. Caos como objetivo. Caos per se.

Última consideración, que no por presentarse a final tiene menor importancia que las anteriores. La violencia nunca es la salida y menos lo es para países subdesarrollados. Verdad sabida sobre la cual nunca es ocioso insistir: la violencia acarrea inconmensurable sufrimiento, tanto para las víctimas directas de ella, como para todos aquellos que, de alguna u otra forma, se relacionan con dichas víctimas en distintas instancias. De hecho, a estas vinculaciones debe extenderse el concepto de víctimas.

El punto es que a los indicadores del espantoso cuadro dejado a su paso por la violencia debe sumarse con absoluta propiedad el daño gigantesco que se causa a lo interno de la sociedad en la cual se desarrolla tal violencia en términos de destrucción del capital humano necesario para empujar los esfuerzos conducentes a incrementar los índices de desarrollo relativo, pues el grueso de las víctimas que la violencia genera se ubica en la franja de la población económicamente activa. Lo que de esta manera se pierde jamás se recupera. La violencia no sólo trae violencia: es herramienta por antonomasia para hacer inalcanzable el futuro.
Malos augurios se leen en ciertos titulares. Manito, danos un respiro.

@luisbutto3

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Source: La Patilla

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