Sabemos que nos encontramos en épocas navideñas, cuando el amor, la juntura familiar afectiva y los deseos de paz hogareña y colectiva deben primar. Pero no es el caso de esta Venezuela hoy.
La verdad choca: porque estamos fragmentados, como por la acción de una inmensa granada, detonada desde el poder. Conciudadanos obligados a deambular por el mundo, mendigando espacio y pan, huyendo de un país inmenso, cada vez más deshabitado. Un país cada vez más aterrorizado. Un país donde el uso del poder abusivo duele en cada carne.
En ese sentido, las últimas acciones, donde destaca el papel prepotente del Tribunal Supremo de Justicia, ahora sustituto del omnímodo poderío que se arrogaba malamente el bodrio aquel de la Asamblea Constituyente, son demostración elocuente del miedo extremo que se quiere transmitir a la población. Armas en manos de ciudadanos comunes trajeados de “milicianos”, o no, la persecución de la disidencia empeora con este final de año.
Me concentro en eventos que no por ser menores dejan de ser ampliamente significativos, en este ahondar diario en el socabamiento de las libertades. El régimen decidió tomar las universidades. Para ello se inventó unas elecciones rectorales irrealizables, bajo la amenaza, planteada desde el TSJ, de nombrar a su gente en esos cargos. Lo que hará en el primer cuatrimestre del año venidero. Buscando una mínima, tibia, protección, la Asamblea Nacional nombra unos representantes en el Consejo Nacional de Universidades, pues los dos se convierten en perseguidos: les congelan cuentas y les bloquean bienes. Huyen. Una nimiedad exacerbada para hacer sentir poder. En busca de la hegemonía política impuesta.
Por otra parte, el diputado Gilbert Caro devuelto a las rejas y a ese proceso pútrido del entramado judicial carcelario y político del país por tercera vez, segunda para Ugas. No es Caro el único diputado enjaulado, a Juan Requesens le pospusieron de nuevo su audiencia hasta el próximo año, diga lo que diga el mundo. Hay otros que perciben cercano el acoso, como si de un corral de fieras carroñeras esto se tratase. Quieren el control de la AN, buscan vulnerar el espacio democrático que queda. Junto a la universidad, lugar de libertad.
Otros intersticios de libertad se aprecian en algunas emisoras y periódicos, también vulnerados por la censura y la autocensura. El cierre de medios es parte del terror impuesto. Pues mal, persiguen al periodista Elides Rojas, de El Universal. No precisamente la pieza más libre del periodismo actual en Venezuela. Aquel de donde nos echaron hace años, junto a otros articulistas y esa genial caricaturista que es Rayma. Pues mal, Rojas cayó en desgracia por un tuit, según dicen. Otro que desean quitarse de encima.
Tres fuentes propiciadoras de libertad continúan bajo presión, bajo persecución, bajo terror: la universidad, el parlamento, la comunicación social.
Sorprende apreciar aún tentativas ingenuas de búsqueda de entendimiento con el terror. ¿Por el terror? Universitarios que claman por un ceder momentáneo para una salvación que no lograrán de ese modo. Diputados que tercian con los terroristas por intereses crematísticos o sin ellos, simplemente pensando en el no retoño del pescuezo, en el decir de algún ministro de otra dictadura. Periodistas o medios que frenan la opinión libre en procura de una salvación que a la larga no tendrán. Búsqueda de una cohabitación que desde el otro lado, el que infunde terror, se ha señalado en repetidas oportunidades y de múltiples formas que no la desea.
¿Estamos en la acera del frente, en la de los asediados, o hay un flujo constante de ir y venir coqueteando con carantoñas que terminan por acabar con individuos, instituciones; al final: con todo lo salvable de las fauces del poder? Así parece que no es. Sin enfrentamiento sólo habrá acabamiento.
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